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Murallas no solo para la defensa


La primera muralla del castro está formada por piedras irregulares de tamaño desigual. Conserva hasta 3,60 m de altura por 1,60 m de ancho y dos caras labradas, una interna, conformada por mampuestos de pequeño tamaño, y otra externa, constituida por trozos de piedra mayores y mejor dimensionados.
La fortificación de los castros, aldeas prehistóricas ubicadas en altura, tiene lugar a partir de la Edad del Bronce (1.800-800 la. C), momento en el que se realiza con materiales perecederos. Durante la Edad del Hierro (800 la. C-s. I d. C) muchos de estos asentamientos, caso de Troña, siguen ocupados y aparecen otros nuevos, de ahí que decidan renovar y fortalecer sus defensas utilizando murallas de piedra. Construir una muralla suponía un trabajo colosal; había que excavar hoyos y levantar parapetos de tierra y piedras; por último, erguir paredes y coronarlas con muros o estacadas de madera. El objetivo era dotar a la aldea de una protección en caso de ataque, pero también de un elemento simbólico que había aumentado su prestigio. El control de la población que vivía en el castro pudo ser otra de las funciones de la muralla. La primera muralla de Troña, que abarcaba el recinto más elevado del castro, tenía un perímetro de unos 360 m. A muralla del segundo recinto, consecuencia del crecimiento de la población, tiene unos 327 m de longitud total y se desarrolla en la ladera noroccidental.



Cerámica indígena

Los fragmentos de cerámica encontrada en el castro, procede mayoritariamente de los espacios de tránsito, esto es, de las "calles" de la aldea, el lugar en el que se depositaban los restos cerámicos rotos que ya no eran útiles para sus habitantes.
Los recipientes utilizados por los galaicos son de diverso tipo y tamaño (almacenamiento de frutos e semillas, líquidos, harinas...). Las jarras y los recipientes de pequeño y mediano tamaño -formado por recipientes de forma globular- eran decorados con motivos geométricos fundamentalmente que se grababan con dos técnicas principales: la incisión y el estampillado.

Amarraderos


En Troña la mayor evidencia del peso de la ganadería en su economía pudieron ser los múltiples amarraderos –algunos de ellos decorados con motivos en forma de rombo y V– que se documentaron aquí desde finales de la década de 1920.

Su abundancia y tamaño podrían vincularse a sujetar el ganado de las familias, que constituía una parte fundamental de la economía de los habitantes del castro.
Sin embargo, algunos investigadores creen que los amarraderos, que se colocarían empotrados en las paredes de las construcciones, pudieron tener una función arquitectónica más que ganadera, esto es, vinculada a la sujeción con cuerdas de las cubiertas de colmo de las cabañas del poblado.